Dolor de estómago
De más está que me digan que esto que escribo no sirve para nada. Ya lo sé. Desde chica he sentido una repugnancia en la boca del estómago, una náusea, ante argumentos pretendidamente lógicos o correctos sustentados en una falacia. Lejos de desaparecer con el tiempo y la supuesta madurez, esta náusea ha ido en aumento a pesar de la confrontación casi diaria con este tipo de situación. Esto hace de mí, bajo una apariencia pacífica y diplomática, una persona fundamentalmente intolerante que considera imbecilidades de la peor especie ideologías y supersticiones por las que millones de individuos están dispuestos incluso a morir. Me repugnan: el neoliberalismo, el nazismo, el peronismo, el capitalismo, el estalinismo, el fundamentalismo islámico, el catolicismo apostólico y romano, el separatismo flamenco y cualquier otra creencia que se arrogue el privilegio de ser dueña de la verdad absoluta. Me dirán que qué puede haber en común entre un neoliberal y un fundamentalista. Les contestaré: